En un comunicado, Fattouh acusó al Servicio Penitenciario de ese país de aplicar contra los detenidos palestinos métodos sistemáticos de tortura que equivalen a un asesinato lento.

La violencia y el terrorismo practicado en esos centros representan una forma de venganza que contraviene todos los tratados internacionales y los derechos humanos, subrayó.

Al respecto, condenó “los brutales ataques contra Barghouti”, incluidas palizas y su confinamiento en solitario, lo cual, estimó, constituyen un crimen de guerra y una flagrante violación de todas las normas y convenciones internacionales.

Ante esa situación, responsabilizó el gobierno de extrema derecha de Israel, en especial al ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, por la vida de Barghouti, quien lleva 23 años encarcelado.

Netanyahu se negó a liberar al dirigente palestino como parte del reciente acuerdo de intercambio de prisioneros con el Movimiento de Resistencia Islámica, quien reclamó insistentemente su excacerlación.

El 15 de abril de 2002, tras una larga persecución e intentos de asesinato durante la Segunda Intifada (levantamiento, en árabe), las fuerzas de seguridad israelíes lo arrestaron en esta ciudad, y dos años después lo condenaron a cinco cadenas perpetuas y cuarenta años de prisión.

Israel acusó entonces a Barghouti de fundar y dirigir a las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, una de las fuerzas que más ataques ejecutó contra el vecino país durante esos años de enfrentamientos violentos.

Según diversas encuestas, pese a sus más de dos décadas en prisión, es considerado el político más popular en los territorios ocupados y aún ejerce influencia en Fatah, el partido fundado por Yasser Arafat.

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