Las imágenes siguen frescas en la memoria colectiva de aquel fatídico 15 de abril del 2019, cuando las llamas consumieron buena parte de la estructura del templo gótico de 860 años, el cual estuvo a minutos de sucumbir.

El origen y las circunstancias del fuego siguen sin determinarse, y quizá nunca se conozcan, una página triste que parece ya parte del pasado, y testigos de ello son los más de 11 millones de visitantes de todo el mundo que han visitado Notre-Dame en los últimos 12 meses.

Las misas, la sala de los tesoros y más recientemente la Torre Norte, uno de los miradores privilegiados de París, atraen a diario a miles de personas al margen del clima, prueba de que la vieja dama renació como el Ave Fénix, gracias al esfuerzo anónimo, primeros de cientos de bomberos, y después de muchos trabajadores.

El alma de Francia comenzó a cobrar vida, y uno de los símbolos del renacimiento de la catedral fue la recuperación de su aguja de 93 metros, devorada por las llamas, una estructura diseñada por el arquitecto autodidacta Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc, con un nuevo gallo dorado coronándola.

Otro reto particular fue la puesta a punto del gran órgano del templo declarado en 1991 por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, instrumento único con sus ocho mil tubos en 115 juegos, que aunque no fueron dañados por la llamas, tuvieron que ser sometidos a un complicado proceso de desmontaje, limpieza y montaje.

En su cuenta en X, el presidente francés, Emmanuel Macron, celebró el año de reapertura de Notre-Dame de París, catedral que ha vuelto a compartir con esplendor sus historias, como la coronación en 1804 de Napoleón, e inspirar a genios, lo cual hizo antes con Víctor Hugo y Henry Mattisse.

Con más de 11 millones de visitantes, Notre-Dame está bien viva y representa la prueba de que nada es imposible cuando la nación se moviliza, subrayó el mandatario.

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