Isla de las Cobras

Brasilia, 1 jun (Prensa Latina) Situada a 35 kilómetros de la costa del estado brasileño de São Paulo, la Ilha de Queimada Grande, conocida como Ilha das Cobras, posee un poco más de 2 000 serpientes, lo cual equivale a cinco por metro cuadrado.

Ante tal riesgo, la Marina de Brasil prohibió a todo ser humano sin autorización desembarcar en el lugar, considerado el más peligroso de la Tierra.

De acuerdo con investigaciones, sobre la superficie del islote anida la Bothrops insularis, una especie endémica que puede medir hasta 70 centímetros de largo y que se identifica por su color marrón-amarillento.

Anécdotas aseguran que los reptiles fueron colocados en el territorio, de mil 500 metros de largo y 500 de ancho, por piratas que querían protección para su oro.

Sin embargo, estudios afirman que la densa población de serpientes (jararaca) evolucionó durante miles de años por la falta de intervención humana.

Determinados historiadores aseguran que la porción de terreno se formó al final de la última glaciación, hace unos 11 000 años, cuando el nivel del mar subió y separó esa colina (que formaba parte de la Serra do Mar) del continente.

Al quedar aislada la Ilha de Queimada Grande, las especies que vivían allí evolucionaron de forma diferente a otras de tierra firme.

Como los reptiles acabaron atrapados en la isla, no tenían depredadores a nivel del suelo y se reprodujeron rápidamente. Y como tampoco había presas, tuvieron que adaptarse subiéndose a los árboles.

De esta forma empezaron a atacar a las aves migratorias: acechaban a su botín, mordían y esperaban a que el veneno hiciera efecto.

Su toxina, muy mortífera, es capaz de matar a la mayoría de las presas casi al instante e incluso puede derretir la carne humana.

Además del abismal número de serpientes, en la isla no hay ninguna fuente de agua potable, la temperatura es muy alta y el desembarco resulta difícil, pues su litoral está atestado de peñascos.

Pese al peligro, traficantes de fauna se aventuran a ingresar en Queimada Grande.

Actualmente, en el mercado negro, una jararaca puede costar hasta 20 mil dólares.

Junto con la degradación del hábitat y las enfermedades, la caza afecta a la población de la isla, que disminuyó casi un 50 por ciento en los últimos 15 años.

(Tomado de Orbe)

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