Los disturbios más graves ocurrieron en la ciudad de Valjevo, donde protestantes encapuchados atacaron la oficina del Partido Progresista Serbio (SNS) con cócteles molotov, seguido de enfrentamientos que dejaron decenas de heridos.

El ministro del Interior, Ivica Dačić, confirmó la detención de al menos 18 personas y denunció que decenas de agentes resultaron lesionados durante las refriegas.

Las protestas, inicialmente pacíficas, degeneraron cuando grupos radicalizados lanzaron piedras, objetos contundentes y pirotecnia contra edificios gubernamentales en Belgrado, Novi Sad y otras localidades.

El presidente serbio, Aleksandar Vučić, advirtió mediante redes sociales que todos los responsables de los destrozos serán castigados, mientras su gobierno acusó a ONG extranjeras de instigar la violencia.

Analistas políticos señalan que la chispa de los disturbios fue el accidente ferroviario de noviembre en Novi Sad (16 muertos), pero el malestar acumulado por denuncias de corrupción alimenta la crisis.

La televisión estatal RTS mostró imágenes de manifestantes levantando barricadas cerca de la Facultad de Agricultura en Belgrado, mientras la policía usaba gases lacrimógenos para dispersar las concentraciones.

Organismos internacionales pidieron investigar denuncias sobre uso excesivo de la fuerza, aunque autoridades serbias exhibieron grabaciones donde agentes aparecen siendo atacados primero por los manifestantes.

Esta nueva ola de protestas marca un punto de inflexión en las movilizaciones estudiantiles que llevaban meses desarrollándose de forma pacífica en el país balcánico.

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