Historias del Mundial de Atletismo: El vuelo de Isaac Nader

Tokio, 17 sep (Prensa Latina) En el Estadio Olímpico de esta capital, el portugués Isaac Nader escribió hoy con zancadas de fuego una página inesperada y gloriosa en los 1.500 metros del Campeonato Mundial de Atletismo.

   El aire húmedo de Tokio parecía contener la respiración del mundo cuando los gladiadores del mediofondo se alinearon en la salida. Entre ellos, el portugués nacido en Faro que llevaba consigo un destino incierto: el de los que han saboreado la derrota y han aprendido a convivir con ella hasta transformarla en hambre.

   La carrera se abrió como un ajedrez vivo. Laros, el joven neerlandés que muchos ya coronaban rey, marcó el compás de un ritmo medio, mientras los kenianos Cheruiyot acechaban con instinto felino y el británico Jake Wightman aguardaba el golpe certero de su experiencia.

   Nader, en cambio, acechaba en la penumbra del grupo, midiendo cada paso, cada respiro. Había aprendido a sufrir en silencio, a soportar los fantasmas en otros escenarios, donde los rivales lo habían humillado. Esa memoria de derrotas lo acompañaba como un puñal escondido.

   Cuando sonó la campana de la última vuelta, el estadio se convirtió en un anfiteatro romano. Laros alargó sus pasos, Cheruiyot buscó la gloria por dentro, Wightman se lanzó como un relámpago. Pero desde la calle cuatro irrumpió Nader, furioso, desafiante, con la insolencia de quien no carga pronósticos sino cicatrices.

   Los últimos cien metros fueron un duelo contra el tiempo: cuerpos tensos, rostros crispados, músculos al borde del colapso. Y entonces, como en una tragedia griega que desemboca en milagro, el portugués emergió, desató una zancada limpia y se lanzó al vacío en un fotofinish que hizo del silencio un trueno.

   La pantalla confirmó lo que parecía un sueño: Isaac Nader, oro mundial con 3:34.10 minutos. El portugués de padre marroquí y madre lusa, el discípulo de la escuela soriana, el hombre al que muchos tildaron de mal competidor, había roto el cerco de las dudas para coronarse en la tierra del sol naciente. Por detrás, Wightman (3:34.12) y Reynol Cheruiyot (3:34.25), completaron el podio.

   Tokio, testigo de epopeyas, tiene ya un nuevo héroe que resistió la oscuridad y venció en el último suspiro. Y mientras los derrotados se marchaban con el paso cansado de quienes rozaron la gloria, Nader abrazaba a los suyos, consciente de que había cambiado su destino.

   Porque en esta distancia, donde un centímetro es un abismo y un segundo la eternidad, Isaac Nader aprendió que los dioses del atletismo solo se rinden ante los valientes.

ro/blc

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