Aunque la información fue descartada por expertos del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) y la ”señal” de la fuga se debió al mal funcionamiento de un equipo de la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA), el hecho causó expectativas.
El coloso que “vigila” la urbe capitalina en algún momento puede despertar con emanaciones u otras situaciones clásicas de estos fenómenos.
Descartada la posibilidad del despertar que fue reportado en redes sociales desde la mañana del miércoles, lo que dio origen a una serie de alarmas y especulaciones que apuntaban a una próxima erupción del volcán, solo quedaba acudir a la historia.
El historiador salvadoreño Carlos Cañas Dinarte rememora que cerca del anochecer del 7 de junio de 1917, en la fiesta de Corpus Christi, dos sismos sacudieron al país, el segundo especialmente a la capital. Fueron el aviso de que 41 minutos después, llamas de fuego saldrían de la imponente montaña que resguarda la capital, el volcán de San Salvador.
Cañas, en una crónica para el Diario El Mundo, describió el suceso. “De pronto, a las 8:11 de la noche, el volcán de San Salvador es recortado contra el fondo de la noche, por las llamas que salen de varios puntos de siete grietas en los cráteres secundarios que fueron provocados por los terremotos de magnitudes entre 5.4 y 6.7 grados en la escala de Richter”.
El historiador se refirió a un tercer terremoto menos fuerte que también es citado por Jorge Lardé y Larín que dejó un drama humano de mil 50 muertos. Todo lo anterior ocurrió hace 107 años.
Estos terremotos y erupción volcánica dejaron más ocho mil viviendas afectadas de las nueve mil que ese entonces había en la capital, según Cañas Diñarte, además dañaron los municipios de Mejicanos, Apopa, Nejapa, Quezaltepeque, San Juan Opico, y Santa Tecla, todos los que rodean al coloso.
Sobre este desastre, Jorge Lardé y Larín describió en su libro “El Salvador: Inundaciones e incendios, erupciones y terremotos” que el gigante lanzó “una colada de materiales piroclásicos hacia el norte, de seis kilómetros y medio de longitud por una anchura variable de 100 metros a tres o cuatro kilómetros en algunos puntos”.
La erupción fue por el cráter secundario y desapareció la laguna que había en el cráter principal que hoy tiene 1,5 kilómetros de diámetro.
En su referencia a la descartada actividad, el diario El Mundo reseñó que cuando ocurrió el estallido de 1917, el volcán ya lucía una nueva estructura que según las investigaciones del geólogo salvadoreño Walter Hernández y el investigador de la Universidad de Wisconsin-Madison, Jefrie Brian Jicha, cambió hace unos 60 mil años, al perder unos mil metros de altura.
«Las diferentes erupciones registradas, incluso antes de la última ocurrida en 1917, ya habían derrumbado casi la tercera parte de la estructura superior del cono volcánico», dice esa investigación difundida en 2019.
Pese a que todo fue una falsa alarma, los salvadoreños siempre deben estar alerta pues la capital está a los pies de un gigante dormido que puede despertar algún día, advierten los expertos vulcanólogos.
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