Con más de 130 años de antigüedad y alrededor de 240 hectáreas, este camposanto acoge en su seno, en el sector 28, una tumba en la cual sobresale un frondoso árbol cargado de ofrendas singulares, colocadas allí por devotos que acuden al lugar a pedir milagros al “santo de las casas”.
En el sitio descansan los restos mortales de Victorino Ponce, nacido en 1810 en Curiepe, estado de Miranda, quien en vida se dedicó a la albañilería y a construir moradas para los necesitados, y al fallecer en 1880, a los 70 años, adquirió fama entre la población por la bondad de regalar viviendas.
La tradición popular narra que este hombre de pueblo fue bendecido por Dios para ayudar a los devotos a cumplir sus deseos, pero para ello deberán consumar una serie de acciones que van desde ponerle flores, aguardiente, cigarrillos, encender una vela o rezarle la oración dedicada a él.
“Por tu gran ayuda y dándote las miles gracias por todos los favores recibidos, te colocamos en tu tumba, en el inmenso árbol: casas, carros y placas, dándote gracias por el gran favor conseguido…”, dice en una de sus partes la plegaria.
Las historias hablan de apariciones, de peticiones y sueños cumplidos que la espiritualidad y la fe convierten luego en supuestas realidades, pero lo cierto es que cientos de placas y pequeñas viviendas de madera o barro cuelgan del árbol como símbolos del parabién.
En un recorrido por la red social Facebook descubrimos mensajes como estos: “Maravilloso mi Victorino. Me ayudó a conseguir mi casa y ahora me va ayudar de nuevo con mis próximos deseos. Amén, amén, y que así sea”; y “Victorino, concédeme el favor pedido… Amén”.
Transcurridos 144 años del fallecimiento de Ponce, todavía personas venidas de Caracas y otras partes del país recurren a pedirle un hogar al “santo de las casas”, mientras, en días recientes, el Gobierno anunció la entrega de 4,9 millones de hogares a través de la Gran Misión Vivienda Venezuela, que cumplió en abril sus primeros 13 años.
(Tomado de Orbe)