Ese fue el resultado más notable de la trilateral que sostuvieron aquí los primeros ministros Li Qiang (China) y Fumio Kishida (Japón), junto al presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, en lo que constituyó la primera cumbre entre las partes en casi cinco años debido a la pandemia de Covid-19.
A tal respecto, los mandatarios también convinieron retomar la celebración anual de ese “imprescindible” contacto y las consabidas reuniones ministeriales.
Concluida la cumbre, Li, Kishida y Yoon asistieron a una conferencia entre líderes empresariales de las tres naciones.
Tal como anticiparon observadores, la cumbre tuvo un carácter eminentemente económico, aunque Kishida y Yoon intentaron “colar” el tema de la desnuclearización de la Península Coreana, apuntando unilateralmente a la República Popular Democrática de Corea (RPDC).
Agencias de prensa occidentales manipularon las informaciones en un intento por hacer ver que Beijing se había sumado a las exigencias de Tokio y Seúl para que Pyongyang detuviera su programa de energía nuclear.
Pero fuentes más objetivas permitieron apreciar que Li sorteó la situación con diplomacia y sus compromisos nunca apuntaron explícitamente a la RPDC.
“Reafirmamos que el mantenimiento de la paz, la estabilidad y la prosperidad en la Península Coreana y en el Nordeste Asiático (…) es nuestra responsabilidad común”, señaló la declaración conjunta, que solo hizo una alusión general al asunto de la desnuclearización pese a los timoneos de Kishida y Yoon.
El premier chino, por otra parte, dijo en conferencia de prensa su país ha trabajado consistentemente por la paz y la estabilidad en la región y es partidario de una solución política del asunto mediante el respeto y la confianza mutuos.
Las partes deben ejercer control y evitar que la situación se complique aún más, subrayó.
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