Los recientes bombardeos a Tel Aviv y Ashkelon, así como el golpe a una fuerza israelí en uno de los túneles en el campamento de Jabalia evidencian la fortaleza de las distintas alas militares de las organizaciones palestinas, capaces de desestabilizar la imagen de un ejército considerado por años como el más poderoso de la región.

En medio del apoyo occidental y la introducción de soldados de élite y equipos con armas avanzadas y sofisticadas, las brigadas de combatientes ejecutan operaciones cualitativas de mayor alcance para frustrar todos los planes enemigos de barrer a la Resistencia y rescatar a los prisioneros.

A la luz de un posible regreso a las negociaciones para un alto al fuego, los golpes de la Resistencia en Jabalia, el eje Netzarim, Beit Lahia y asentamientos fronterizos, consolidan sus demandas de cese de la agresión, regreso de los desplazados y retirada de las fuerzas de ocupación.

De acuerdo con analistas, Israel mostró su desesperación con el bombardeo anoche de manera concentrada e intencionada al centro de desplazados de la UNRWA en el noroeste de Rafah, que masacró a decenas de civiles.

Tales actos acentúan la división interna del gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu, y profundizan la disputa entre él y el nivel militar y de seguridad sobre la conducción de la guerra y el arreglo de intercambio de prisioneros.

El desequilibrio israelí con el ataque a Rafah es atribuido a los sucesivos golpes sufridos por el régimen en el ámbito internacional y diplomático durante los últimos días, tras las decisiones en el Tribunal de La Haya y del fiscal de la Corte Penal, así como el reconocimiento del Estado palestino por parte de España, Irlanda y Noruega.

A estos pasos se suma la postura de la relatora de las Naciones Unidas, Francesca Albanese, quien llamó a la comunidad internacional a imponer sanciones a Israel y suspender las relaciones diplomáticas con la entidad hasta el cumplimiento del fallo de la Corte Internacional de Justicia.

Para muchos expertos, las reacciones histéricas de los funcionarios sionistas y la prisa del ejército por desahogar su ira contra Rafah, demostró que las autoridades políticas y militares de Tel Aviv se encuentran en una crisis internacional nunca antes experimentada.

Al mismo tiempo, el gabinete de Netanyahu está respaldado por el veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad, instancia que puede imponer una resolución para obligar a la ocupación a detener la guerra en Gaza.

Mientras, la Resistencia palestina atrae a las tropas enemigas hacia trampas y emboscadas, y el gabinete y los medios israelíes analizan el devenir de las operaciones en los distintos ejes de combate y frentes de apoyo en Líbano, Iraq y Yemen.

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