Publicada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, la investigación asegura que la tasa disminuyó entre 2023 y 2024, pasando del 27,6 al 24,2 por ciento.

La inseguridad alimentaria leve se redujo del 18,2 al 16,4 por ciento, la moderada, del 5,3 al 4,5, y la grave, del 4,1 al 3,2.

En los tres niveles del flagelo (leve, moderado y grave), las regiones Norte (37,7 por ciento) y Nordeste (34,8) presentan los niveles más altos.

Le siguen el Centro-Oeste, con un 20,5 por ciento, el Sudeste (19,6) y el Sur (13,5).

Sin embargo, un 38 por ciento de los hogares en situación de incertidumbre de alimentos se encuentran en el Nordeste y un 35 en el Sudeste.

Los estados con los cánones más altos son Pará (17,1 por ciento), Amapá (16,3) y Roraima (15,9). Los más bajos se registraron en Santa Catarina (2,9), Espírito Santo (3,5) y Rio Grande do Sul (4,1).

Respecto a las regiones, las zonas rurales presentan el mayor número de hogares en situación de inseguridad alimentaria (31,3 por ciento) en comparación con las urbanas (23,2).

La prevalencia del azote moderado o grave es mayor en los hogares encabezados por mujeres, alcanzando el 59,9 por ciento.

En las moradas dirigidas por hombres, la tasa es del 40,1 por ciento. En 2024, el 70 por ciento de los hogares de bajos ingresos experimentó inseguridad severa o moderada.

Por otra parte, en los domicilios de personas que se identifican como negras o morenas, el 70,4 por ciento experimentó inseguridad alimentaria, mientras que un 28,5 con familia blanca se enfrentó a la misma situación.

En cuanto a los grupos de edad, los niños, niñas y adolescentes fueron los más afectados.

Según la encuesta, un 3,3 por ciento de la población de cero a cuatro años y un 3,8 por ciento del grupo de cinco a 17 vivían en inseguridad alimentaria severa, mientras que los adultos mayores presentaron tasas más bajas.

ro/ocs