El vocero de ese colectivo, Eduardo Gil, recordó que aquella agresión hace 36 años, dejó cientos de víctimas civiles, comunidades devastadas y profundas secuelas sociales e institucionales que aún marcan la memoria colectiva.
El también secretario general de Convergencia Sindical indicó que el pueblo panameño tiene que recordar siempre, porque este tipo de agresiones militares socavaron toda la institucionalidad, destruyeron familias y separaron comunidades entera.
Esta manifestación es también un acto de protesta y reivindicación histórica, al considerar que la invasión marcó profundamente las relaciones entre Panamá y Estados Unidos, precisó.
Por su parte, en los actos protocolares por la fecha en el capitalino cementerio Jardín de Paz, donde reposan los restos de muchas de las víctimas, el arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa, indicó que se trata de una fecha grabada con dolor en la memoria patria: 20 de diciembre de 1989, cuando Panamá fue herida en lo más profundo de su ser.
«Esa herida sigue interpelando en la conciencia nacional y nos reclama verdad, memoria y justicia”, expresó.
El líder de la iglesia católica subrayó que honrar a los caídos no es un acto de resentimiento, sino un deber patriótico.
Insistió además en que la memoria histórica no debe ser vista como una consigna ideológica, sino como un derecho de las víctimas, una obligación moral del Estado y un patrimonio irrenunciable del pueblo
A su turno, el vicecanciller panameño, Carlos Guevara, llamó a recordar esta fecha como un momento de duelo, recogimiento y reflexión nacional, más allá de confrontaciones o lecturas simplistas.
Guevara Mann señaló que la invasión de Estados Unidos a Panamá fue un acontecimiento de “enorme gravedad”, que provocó la muerte de numerosas personas —principalmente civiles—, la destrucción de barrios enteros, el desplazamiento forzado de miles de ciudadanos y un trauma colectivo que, más de tres décadas después, sigue presente en la memoria del país.
“Más allá de las cifras, que continúan siendo objeto de debate y estudio, lo cierto es que Panamá vivió una experiencia de violencia extrema que marcó a generaciones enteras”, sentenció.
La mal denominada Causa Justa, cuyos objetivos expuestos eran acabar con la supuesta dictadura y capturar al exgeneral Manuel Antonio Noriega, restaurar la democracia y dar bienestar al pueblo panameño, lo que en realidad trajo fue la muerte, sobre todo en barrios humildes como El Chorrillo, en esta capital.
Además de las pérdidas humanas, esta agresión ocasionó la destrucción de gran parte de la infraestructura del istmo, dejando a miles de personas sin hogar.
Las tropas norteamericanas no hicieron el menor esfuerzo por limitarse a blancos militares, y evitar daños a las vidas y bienes de la población civil.
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