“La ofrenda en Palacio Nacional se llena de flores, colores, canto y fuego. Cada pétalo de cempasúchil marca el camino de regreso para aquellas mujeres que sembraron vida en su paso por la tierra”, expresó la jefa del Ejecutivo a través de un mensaje en la red social X.
De acuerdo con la mandataria, el altar honra “a las que cuidaron la milpa, a las que curaron con hierbas, a las que contaron historias bajo la luna, a las que defendieron su tierra y dignidad”.
“Ellas siguen aquí, en la voz del viento, en el pulso de la tierra, en el eco de cada palabra de su lengua materna. Nuestra ofrenda es para ellas: por su fuerza, su sabiduría y su amor infinito. Ancestras de todas y todos los mexicanos”, manifestó.
La confección de la ofrenda contó con el apoyo de la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas.
“Es esta hermosísima tradición del pueblo de México de celebrar de una manera distinta a nuestros muertos, que vienen a visitarnos en este Día (…) y los recordamos, les damos alimentos y los consentimos”, comentó al precisar que se trata de una visión proveniente de las culturas originarias.
Ofrendas y altares en la calidez del hogar, pero también en cementerios, instituciones y espacios públicos adornan por estos días las ciudades y los pueblos del país, en una tradición reconocida por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Si bien el calendario marca la festividad para los días 1 y 2 de noviembre, desde mucho antes aparece en sitios emblemáticos o se vende en pequeños puestos el cempasúchil, la flor amarilla o naranja que guía los pasos de los seres queridos hasta los altares, según la creencia.
Infaltables resultan también el pan de muerto, el papel picado o las calaveritas de azúcar, todo aderezado por colores muy distantes del espíritu de tristeza y recogimiento que abunda en conmemoraciones similares en otros sitios del mundo.
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