Según diversos medios, fuentes de Matignon insistieron en que pedir la confianza de los diputados no es una obligación constitucional, solo “una posibilidad”.
Bajo la gestión del presidente Emmanuel Macron tampoco se sometieron al voto de aprobación de la Asamblea los predecesores de Barnier, Élisabeth Borne y Gabriel Attal, por ese orden.
La solicitud de la confianza por el primer ministro tras presentar sus estrategias de gobierno es una tradición en suelo galo desde la instauración de la V República, en 1958.
Sin embargo, el contexto político imperante explica que Barnier descarte ser parte de esta práctica y opte por imitar a Borne y a Attal, ya que su gobierno camina por una cuerda floja.
Impopular en las encuestas, rechazado por la izquierda y vigilado de cerca por la extrema derecha, el primer ministro y todo su gabinete son muy vulnerables a una moción de censura, que de conseguir en el hemiciclo la mayoría absoluta los haría caer.
El bloque de partidos de izquierda Nuevo Frente Popular cuenta con 193 diputados dispuestos a negarle la confianza a Barnier, mientras la organización de extrema derecha Agrupación Nacional tiene 126 escaños, más que suficientes para llegar a los 289 votos de la mayoría absoluta.
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