lunes 20 de mayo de 2024
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Las canciones de papá

La Habana, 2 mar (Prensa Latina) Antes de Spotify y YouTube, antes de formatos mp3, memorias USB y reproductores de CD, incluso antes de que alguna walkman o grabadora de casete llegaran para alimentar mis gustos sonoros, mi primer reproductor de música fue mi papá.

Y no me refiero solo a las tradicionales canciones de cuna o tonadas infantiles para incitar al sueño, sino a temas de los más variados géneros y orígenes que durante muchos años solo pude escuchar en su voz, hasta que alguno de los avances tecnológicos de la actualidad me permitió redescubrirlos en su versión original.

Afortunadamente, él tiene una voz melodiosa que lo llevó a ser, en su juventud, el cantante de una orquesta de estudiantes cubanos que buscaban resistir entre instrumentos y canciones el azote de los inviernos polacos en la década de 1980.

Así que para mí siempre resultaba un gran disfrute cuando me enseñaba temas nuevos que después yo pedía repetir hasta el cansancio, hasta aprendérmelos de memoria y volverlos míos. Fue con él que escuché primero Y sin embargo te quiero, la copla española que volvió a conmoverme años después interpretada por Olga Román en la introducción de Y sin embargo de Joaquín Sabina; con él sufrí la sobrecogedora historia recogida en la polka paraguaya del Pájaro Chogüí; con él también navegué a ritmo de cumbia en La piragua de Guillermo Cubillos.

Con la llegada a casa de una grabadora Sony que vino a poner nuevas melodías a mi niñez, la voz de papá dejó de ser la única fuente de canciones, pero siempre seguí atada a sus preferencias.

En aquel equipo pequeño se reproducían por igual el estilo nasal del italiano Eros Ramazzotti, la pasión de Camarón de la Isla, la melosidad de Julio Iglesias y Camilo Sesto, el ritmo contagioso y brasileño de Gal Costa y Alcione.

Recuerdo con especial nostalgia un casete muy ecléctico que consiguió grabar a pedacitos y se volvió uno de mis preferidos.

Por la diminuta cinta desfilaban Moraima Secada y su clamor de Perdóname Conciencia, el sabor del puertorriqueño Cheo Feliciano en Salí porque salí, la voz estremecedora de la francesa Mireille Mathieu en Ne me quittepas, el tono rasgado del italiano Nicola di Bari en Por ejemplo, la energía desbordada del británico Tom Jones en Love Me Tonight.

Un día, mi papá llegó del trabajo con un casete en cuya portada se leía “Ana Belén y Víctor Manuel. Mucho más que dos”, y durante las semanas siguientes no escuchamos otra cosa que no fuera aquel volumen maravilloso.

Con él canté una y otra vez Solo le pido a Dios, Lía, A la sombra de un león, Quiero abrazarte tanto y, sobre todo, ese Solo pienso en ti con el timbre único de Pablo Milanés.

Con el paso del tiempo y los avances tecnológicos tuve la suerte de volver a disfrutar muchas composiciones de mi infancia. En algunos casos, solo en años muy recientes y tras exhaustivas búsquedas en YouTube, logré encontrar en su forma original aquellas canciones que únicamente había conocido a través de él.

Quizás sea mi incondicional amor de hija, pero, en la voz de mi papá, todos esos temas suenan mejor.

(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)

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