Fitch Ratings, sospechosa evaluación negativa de Pemex
Fitch Ratings, sospechosa evaluación negativa de Pemex
Fitch Ratings, sospechosa evaluación negativa de Pemex

México (PL) De que el mexicano común está traumatizado porque su país pasó de exportador de petróleo a importador, y sus refinerías son incapaces de producir suficiente gasolina para los vehículos, es una verdad tan grande como una Catedral.
Tampoco la gente cree mucho el sentido de la pésima evaluación que hizo pública la firma calificadora Fitch Ratings, pero no tanto porque quizás pudiera tener razón en sus números negativos sobre la deuda de Petróleos Mexicanos, como por el momento en que lo hace. Es decir, cuando el gobierno de Andrés Manuel López Obrador cumple apenas dos meses y en tan poco tiempo ha hecho tanto por Pemex.
La empresa evaluadora bajó la calificación de la deuda emitida por la petrolera, tanto en moneda nacional como extranjera -que suma 106 mil millones de dólares-, de triple A pasa a doble A para las emisiones en moneda nacional, y de triple B plus a triple B en divisas extranjeras, aunque en ambos casos conserva el grado de inversión.
Traducido al lenguaje coloquial la afectación está en que a una menor calificación de cualquier empresa más se eleva su costo de financiamiento y, en consecuencia, se resquebraja el índice de confianza, en especial entre los inversionistas.
Tan perjudicial como la calificación negativa es la argumentación que la sustenta. En el caso de Pemex da a entender que las fuertes medidas adoptadas por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador para apoyar financieramente a la empresa paraestatal no son suficientes a fin de contrarrestar su deterioro financiero.
Según las versiones de prensa, Fitch consideró para bajar la calificación de Pemex que el gobierno ha fallado en reconocer la viabilidad del perfil financiero de la compañía y/o la importancia estratégica que representa para el propio gobierno y el país, y agregó lo que de hecho es una sentencia: Una situación financiera presionada en Pemex tiene el potencial de interrumpir el suministro de combustibles líquidos en todo el país, lo cual podría tener consecuencias sociales y económicas significativas para México.
Y argumentó un deterioro en los flujos de efectivo y los importantes montos de vencimientos de deuda de la entidad para fundamentar la baja en la calificación.
Lo interesante es que esa formulación es cierta, y efectivamente todo hace indicar que Pemex se encuentra en esa precaria situación, pero no ahora, sino desde hace años, y sin embargo, sus analistas no se habían pronunciado como lo hacen en estos momentos, precisamente cuando avanza el proceso de su recuperación.
El subsecretario de Hacienda del actual gobierno, Arturo Herrera Gutiérrez, admitió que la calificación refleja las condiciones en que se encuentra la empresa productiva del Estado, pero aclaró que no era una sorpresa para nadie pues se podía ver cómo estaban operando los bonos de Pemex y los del soberano, y de alguna forma el mercado ya estaba descontando y esperando esto.
Pero se trata de un asunto aislado, de una empresa con problemas de vieja data, y la observación de Fitch no puede contagiar la calificación soberana de México, como ya algunos pretenden hacer.
Sorprendente es que el tema salte cuando más evidente se hace el abandono en que estuvo sumida hasta ahora y la certeza, revelada por este gobierno en tan corto tiempo, de que Pemex es una empresa con gran potencialidad y puede mejorar sus deficiencias a partir de una sola acción: eliminar la corrupción y la impunidad.
López Obrador explica la situación casi todos los días al insistir en que una pretendida reforma energética ejecutada por el gobierno anterior cuando ya era demasiado visible el deterioro de Pemex, no dio ningún resultado, se gastó el dinero, se otorgaron numerosas concesiones a empresas extranjeras y nacionales, y no se produjo ni un solo barril de petróleo extra.
Las inversiones no llegaron jamás, se deterioró la infraestructura industrial y de transportación del combustible incluidos los ductos, se enmoheció tecnológicamente el proceso de refinación, la exploración y explotación de nuevos yacimientos se detuvo y bajaron en picada los niveles de extracción hasta que el país se convirtió en importador de crudo.
La producción cayó de tres millones de barriles diarios a 1,8 millones, y de los 800 mil barriles de gasolina y diésel que se consume en el país cada 24 horas, 600 mil había que traerlos desde el extranjero, principalmente de Estados Unidos donde los inventarios no solamente se recuperaron, sino aumentaron, gracias al fracking.
Al analizar las causas del deterioro de Pemex, López Obrador enfatiza en cada exposición que la causa principal es la corrupción por donde escapaban miles de millones de dólares -y no solamente por el robo de gasolina- por la cuestionable manipulación del sector y una sospecha administración de ese recurso.
Otras causas, derivadas de la corrupción y que al mismo tiempo servían para encubrirla, están en la exagerada carga tributaria a que se sometió a Pemex al extremo de ser, según el mandatario, la empresa de su tipo más sobregravada a nivel mundial, pues desde ella se cubrían mediantes maniobras impositivas, los déficits públicos de anteriores administraciones.
La calificación de Fitch aparece cuando la batalla contra el robo de gasolina y por la eliminación de la corrupción y la impunidad están en una fase decisiva y avanza el plan del gobierno para mejorar la producción de la empresa con una disminución de la carga tributaria que liberaría cerca de 11 mil millones de pesos al año (550 millones de dólares) para ser destinados a inversión productiva.
Frente a ese panorama es lógica la reacción del presidente López Obrador al considerar 'hipócritas' a organismos como Fitch que desde hace años sabían que existía un saqueo de la empresa, avalaron la reforma energética y ahora que 'estamos recuperando a Pemex salen con sus recomendaciones o tratando de calificar sobre su desempeño'.
Desde su campaña electoral, López Obrador denunció la parálisis, o más bien el retroceso, que significó la reforma energética y cómo muchos empresarios se beneficiaron de ella, incluso transnacionales extranjeras que virtualmente se apoderaron del mercado nacional con sus productos refinados y la venta de petróleo ligero para abastecer las refinerías locales.
Llama la atención que tras la calificación de Fitch y la reacción del presidente al momento escogido para bajar su calificación, ejecutivos de empresas todavía argumenten en favor de una reforma que según López Obrador nunca funcionó y terminó por enterrar a Pemex.
Alberto de la Fuente, presidente de la Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarburos, que afilia a firmas como Chevron o Exxon, declaró a la prensa nacional que la continuidad del modelo emanado de la reforma energética pudiera dar confianza al sector financiero y a las firmas calificadoras.
Si en el exterior, agregó, vieran que continúan las rondas de adjudicación de campos petroleros y las asociaciones de Pemex con empresas privadas, entonces las señales serían positivas, señaló el ejecutivo empresarial como si en realidad México fuera el productor petrolero boyante que alguna vez fue.
A criterios de esa naturaleza el mandatario ha respondido que 'Pemex fue una empresa saqueada durante el periodo neoliberal, de las empresas más saqueadas del mundo; de las empresas con más corrupción en el mundo. Y se esmeraron estos tecnócratas corruptos en destruir a Pemex, pero tiene mucha fortaleza y no les alcanzó a estos ambiciosos para terminar de destruirla'.
arb/lma
*Corresponsal de Prensa Latina en México.
Temas Relacionados:
Fitch Ratings, sospechosa evaluación negativa de Pemex
Por Luis Manuel Arce *
México (PL) De que el mexicano común está traumatizado porque su país pasó de exportador de petróleo a importador, y sus refinerías son incapaces de producir suficiente gasolina para los vehículos, es una verdad tan grande como una Catedral.
También lo es el rechazo al cuento de que los pozos agotan su potencial y sería inútil hacer nuevas perforaciones en tierra, aguas someras o profundas del golfo, ni que al país le es mejor adquirir combustible en Estados Unidos y Europa que modernizar sus viejas y obsoletas plantas para procesarlo aquí.
Tampoco la gente cree mucho el sentido de la pésima evaluación que hizo pública la firma calificadora Fitch Ratings, pero no tanto porque quizás pudiera tener razón en sus números negativos sobre la deuda de Petróleos Mexicanos, como por el momento en que lo hace. Es decir, cuando el gobierno de Andrés Manuel López Obrador cumple apenas dos meses y en tan poco tiempo ha hecho tanto por Pemex.
La empresa evaluadora bajó la calificación de la deuda emitida por la petrolera, tanto en moneda nacional como extranjera -que suma 106 mil millones de dólares-, de triple A pasa a doble A para las emisiones en moneda nacional, y de triple B plus a triple B en divisas extranjeras, aunque en ambos casos conserva el grado de inversión.
Traducido al lenguaje coloquial la afectación está en que a una menor calificación de cualquier empresa más se eleva su costo de financiamiento y, en consecuencia, se resquebraja el índice de confianza, en especial entre los inversionistas.
Tan perjudicial como la calificación negativa es la argumentación que la sustenta. En el caso de Pemex da a entender que las fuertes medidas adoptadas por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador para apoyar financieramente a la empresa paraestatal no son suficientes a fin de contrarrestar su deterioro financiero.
Según las versiones de prensa, Fitch consideró para bajar la calificación de Pemex que el gobierno ha fallado en reconocer la viabilidad del perfil financiero de la compañía y/o la importancia estratégica que representa para el propio gobierno y el país, y agregó lo que de hecho es una sentencia: Una situación financiera presionada en Pemex tiene el potencial de interrumpir el suministro de combustibles líquidos en todo el país, lo cual podría tener consecuencias sociales y económicas significativas para México.
Y argumentó un deterioro en los flujos de efectivo y los importantes montos de vencimientos de deuda de la entidad para fundamentar la baja en la calificación.
Lo interesante es que esa formulación es cierta, y efectivamente todo hace indicar que Pemex se encuentra en esa precaria situación, pero no ahora, sino desde hace años, y sin embargo, sus analistas no se habían pronunciado como lo hacen en estos momentos, precisamente cuando avanza el proceso de su recuperación.
El subsecretario de Hacienda del actual gobierno, Arturo Herrera Gutiérrez, admitió que la calificación refleja las condiciones en que se encuentra la empresa productiva del Estado, pero aclaró que no era una sorpresa para nadie pues se podía ver cómo estaban operando los bonos de Pemex y los del soberano, y de alguna forma el mercado ya estaba descontando y esperando esto.
Pero se trata de un asunto aislado, de una empresa con problemas de vieja data, y la observación de Fitch no puede contagiar la calificación soberana de México, como ya algunos pretenden hacer.
Sorprendente es que el tema salte cuando más evidente se hace el abandono en que estuvo sumida hasta ahora y la certeza, revelada por este gobierno en tan corto tiempo, de que Pemex es una empresa con gran potencialidad y puede mejorar sus deficiencias a partir de una sola acción: eliminar la corrupción y la impunidad.
López Obrador explica la situación casi todos los días al insistir en que una pretendida reforma energética ejecutada por el gobierno anterior cuando ya era demasiado visible el deterioro de Pemex, no dio ningún resultado, se gastó el dinero, se otorgaron numerosas concesiones a empresas extranjeras y nacionales, y no se produjo ni un solo barril de petróleo extra.
Las inversiones no llegaron jamás, se deterioró la infraestructura industrial y de transportación del combustible incluidos los ductos, se enmoheció tecnológicamente el proceso de refinación, la exploración y explotación de nuevos yacimientos se detuvo y bajaron en picada los niveles de extracción hasta que el país se convirtió en importador de crudo.
La producción cayó de tres millones de barriles diarios a 1,8 millones, y de los 800 mil barriles de gasolina y diésel que se consume en el país cada 24 horas, 600 mil había que traerlos desde el extranjero, principalmente de Estados Unidos donde los inventarios no solamente se recuperaron, sino aumentaron, gracias al fracking.
Al analizar las causas del deterioro de Pemex, López Obrador enfatiza en cada exposición que la causa principal es la corrupción por donde escapaban miles de millones de dólares -y no solamente por el robo de gasolina- por la cuestionable manipulación del sector y una sospecha administración de ese recurso.
Otras causas, derivadas de la corrupción y que al mismo tiempo servían para encubrirla, están en la exagerada carga tributaria a que se sometió a Pemex al extremo de ser, según el mandatario, la empresa de su tipo más sobregravada a nivel mundial, pues desde ella se cubrían mediantes maniobras impositivas, los déficits públicos de anteriores administraciones.
La calificación de Fitch aparece cuando la batalla contra el robo de gasolina y por la eliminación de la corrupción y la impunidad están en una fase decisiva y avanza el plan del gobierno para mejorar la producción de la empresa con una disminución de la carga tributaria que liberaría cerca de 11 mil millones de pesos al año (550 millones de dólares) para ser destinados a inversión productiva.
Frente a ese panorama es lógica la reacción del presidente López Obrador al considerar 'hipócritas' a organismos como Fitch que desde hace años sabían que existía un saqueo de la empresa, avalaron la reforma energética y ahora que 'estamos recuperando a Pemex salen con sus recomendaciones o tratando de calificar sobre su desempeño'.
Desde su campaña electoral, López Obrador denunció la parálisis, o más bien el retroceso, que significó la reforma energética y cómo muchos empresarios se beneficiaron de ella, incluso transnacionales extranjeras que virtualmente se apoderaron del mercado nacional con sus productos refinados y la venta de petróleo ligero para abastecer las refinerías locales.
Llama la atención que tras la calificación de Fitch y la reacción del presidente al momento escogido para bajar su calificación, ejecutivos de empresas todavía argumenten en favor de una reforma que según López Obrador nunca funcionó y terminó por enterrar a Pemex.
Alberto de la Fuente, presidente de la Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarburos, que afilia a firmas como Chevron o Exxon, declaró a la prensa nacional que la continuidad del modelo emanado de la reforma energética pudiera dar confianza al sector financiero y a las firmas calificadoras.
Si en el exterior, agregó, vieran que continúan las rondas de adjudicación de campos petroleros y las asociaciones de Pemex con empresas privadas, entonces las señales serían positivas, señaló el ejecutivo empresarial como si en realidad México fuera el productor petrolero boyante que alguna vez fue.
A criterios de esa naturaleza el mandatario ha respondido que 'Pemex fue una empresa saqueada durante el periodo neoliberal, de las empresas más saqueadas del mundo; de las empresas con más corrupción en el mundo. Y se esmeraron estos tecnócratas corruptos en destruir a Pemex, pero tiene mucha fortaleza y no les alcanzó a estos ambiciosos para terminar de destruirla'.
arb/lma
*Corresponsal de Prensa Latina en México.
Televisión |
|
Minuto a minuto | Más leídas |
Destacadas |






